Memoria y Poesía Popular

Artículo escrito por Ignacio Reyes, Payador y Poeta Popular de Fresia, integrante de la Corporación Pilmaiquén.

Memoria y Poesía Popular

“Ser poeta popular o payador es, ante todo, un compromiso con tu comunidad”. Esta fue una de las primeras revelaciones que se me dieron cuando empecé a andar el enorme camino de la poesía popular hace casi quince años. El maestro Francisco Astorga me decía esto mientras afinaba su fenomenal guitarrón y advertía mi incipiente interés por este arte centenario. Y eso lo intuía, y aquello fue quizás el último ingrediente que me hizo seguir abrazado a esta mezcla de música, poesía, tradición, compromiso e identidad popular.

Casi todos los poetas populares que he conocido al ser preguntados por cuál habrá sido el primer poeta popular de la historia, nombran al autor de la Odisea, el poeta ciego, Homero. Y creo que seguramente no fue el primero, pero representa la labor de un poeta popular a cabalidad: documentar la memoria histórica de un pueblo en un lenguaje propio y popular. Homero era ciego, dicen; era músico, dicen, era poeta, dicen… y dicen que existió. Así es, los estudiosos siguen debatiendo la existencia del vate griego. Probablemente Homero no fue un hombre, sino la identidad de muchos poetas populares que narraron las historias de su tiempo. Esa es la quintaesencia de la poesía popular.
Siempre la obra del poeta popular será más importante que el poeta. Porque el poeta popular, a diferencia del otro poeta, del de la tradición de literatura escrita, es un trozo del Homero de su tiempo y lugar. Cada poeta aporta una pieza más en el rompecabeza de una historia paralela y popular; la poesía popular es un solo libro escrito por muchos autores que deben hablar en la voz de sus vecinos, de su comunidad, de sus antepasados. El poeta popular es el historiador de la chusma.
Quién quiera ser parte del gran libro de la poesía popular tendrá que abandonarse a sí mismo y escuchar con atención lo que la gente va diciendo. Debe calzar los zapatos del humilde, sentir el frío de la noche, vestirse de olor a humo, tomar del vino agrio de las cantinas, comer de la olla común, madrugar para ir a la pega. Otro poeta popular me dijo alguna vez con gran sabiduría : “El payador no debe andar diciendo lo que la gente quiera oír, sino lo que la gente quiere decir” He ahí la diferencia.
La décima y la cuarteta; el humor, el ingenio, la sabiduría y la musicalidad son solo las herramientas que el poeta popular o payador debe manejar para su labor. El desafío real es mucho mayor: Saber interpretar a su gente, ser portavoz de su historia y de sus desafíos, cargador de la memoria histórica de su pueblo. Eso es un poeta popular. Quién no se haga cargo de esto denomínese humorista o un folclorista, no alcanza para poeta popular.